lunes, 8 de junio de 2009
Un ejemplo, a ver si se entiende
El sábado pasado, nuestra compañera G. estaba con una amiga y decidieron tomarse el tren para ir a ver a una conocida cantante torta que tocaba en un teatro de Villa del Parque. Dice que estuvo lindo y que cantó unos clásicos, pero que no había más que 25 o 30 en el público y que eran todas conocidas. Al salir, su amiga le dijo:
- Ché, hay un cumpleaños, ¿querés venir?
A lo que G. contestó:
- Sí, dale, vamos – ya que estaba tan en banda que no tenía nada que hacer. Entonces se tomaron de vuelta el tren y después su amiga la hizo subir a un colectivo que la llevó a un lugar que G. expresa no saber exactamente cuál era, pero aclara:
- Me suena la calle Rincón.
Con lo cual pensé que andaría por San Cristóbal, porque yo que me conozco todas las calles de memoria de tanto andar en banda, no tengo registro de otra Rincón que esa. Parece que en la fiesta comió y tomó de arriba, y dice que había unos sanguchitos de lomo con tomate y lechuga que estaban para chuparse los dedos, pero que lo mejor fue el champagne con el que la novia de la homenajeada homenajeó a la homenajeada porque la quería mucho. Dice G. que no alcanzó a servirse dos veces porque había una sola botella y un montón de coladas como ella que también extendieron su copa para brindar.
- En realidad – arguye G.-, no eran coladas, eran como yo, que acompañaban a alguien – Coladas, ratifiqué para mis adentros, pero no quise insistir porque después se crean resentimientos por una pavada. Y siguiendo con el relato, parece que al rato de tomar el champagne alguien le dice a G.:
- Ché, ella va para zona norte y te puede tirar.
A lo que G., que no tenía pensado irse tan pronto, pero que no le gusta que le insistan con que se vaya, contestó:
- Sí, sí, si me hicieras el favor.
Entonces, parece que se despidió de su amiga que se quedó en la fiesta y ella se subió a un auto con tres desconocidas que hablaban hasta por los codos y que no la incluían en la charla en ningún momento. A G., que aunque casi siempre anda en banda lo que le sobra es educación, le daba no sé qué interrumpirlas para preguntarles a qué parte de la zona norte iban y qué camino iban a agarrar. “Porque no es lo mismo - pensó G. - que se vayan para Belgrano que para General Pacheco”. Y se contuvo todo lo que pudo, dice, pero cuando ya vio que estaban tomando por unas callecitas totalmente desconocidas, les dijo:
- Chicas, perdonen que las interrumpa, pero ¿para qué lado van?.
– No, nosotras ya estamos llegando – parece que respondieron -, uy, disculpanos que ni te dijimos … es que nos colgamos hablando de este asunto de la inseminación y se nos pasó.
- No te preocupes – contestó G. –, era para saber nomás. ¿Qué me puedo tomar para el lado de Nuñez?
– Ay… - dijo la que manejaba – a esta hora nada… vas a tener que esperar un rato a que vuelvan a pasar los bondis….
Y dice G. que les contestó que no se hicieran problema, que iba a ver si conseguía una remisería y por suerte consiguió una después de caminar como 5 cuadras oscurísimas.
- No sabés qué miedo – me dijo al otro día –, era la boca del lobo.
Así que después de todo eso llegó como a las 4 de la mañana a su casa y se acostó, y se quedó frita.
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